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La Señora de mi compañero de trabajo

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Hace unos años entré a un nuevo empleo y una de las primeras personas que conocí fue a un tipo que acostumbraba hablar de lo hermosa que es su esposa y hasta enseñaba las fotos que tenía en su billetera y verdaderamente su esposa era un monumento, morena de cuerpo voluptuoso, cara como de actriz de telenovela venezolana, cabello castaño oscuro ondulado suelto y largo y vestido muy provocativo; además organizaba reuniones cada mes en su casa e invitaba a varios compañeros de trabajo sin sus parejas, no invitaba a ninguna compañera mujer, claro, y se la pasaba jactándose de lo atractiva que era su esposa quien vestía demasiado provocativa y atendía coquetamente a los invitados; le hacía caricias sexosas frente a todos lo cual a ella le causaba gracia y después de varias copas comenzaba a platicar de lo buena que era en la cama; finalmente terminaba tan tomado que se quedaba dormido sentado en la sala y su mujer seguía atendiendo gustosa a los invitados y algunos se atrevían a tomarla de la cintura cuando se acercaba a platicar con ellos o a darle alguna nalgadita al pasar y ella cuando se sentaba a platicar con alguno le acariciaba el muslo con toda naturalidad justo frente al esposo dormido, ¡ella le acariciaba la pierna al invitado!, ¡que loca!; dicen (yo nunca lo vi) que más de una vez la sorprendieron besándose en la cocina o en el baño con alguno de los invitados, pero su esposa parecía estar ciego y sordo porque no se daba cuenta de nada o tal vez se hacía el desentendido con tal de contar con la admiración de todos. En la oficina corría el rumor de que a veces la Señora le pedía el número telefónico a alguno que le gustara y comenzaba a salir con él a escondidas del marido.
Yo no fui la excepción, la primera vez que asistí a una de esas reuniones y cuando el esposo estaba en la sala dormido de borracho, la Señora se me acercó y comenzamos a platicar, que si era el nuevo, que si era casado, que si me gustaba hacer amigos y otras cosas irrelevantes y finalmente me pidió mi número telefónico, su belleza, su actitud provocativa y su forma de vestir casi obscena (un pequeño short ajustadísimo azul rey del cual se le salían la mitad de las nalgas, una blusa amarilla transparente con un enorme escote y zapatos azules altísimos), me gustaron tanto que de inmediato le proporcioné mi número telefónico rogándole a todos los dioses que el rumor fuera verdad y que me llamara para salir con ella.
El rumor sí era verdad, a los pocos días me llamó y me dijo que si quería que nos viéramos para platicar y entablar una bonita amistad, no sé de qué manera se enteraron los compañeros de trabajo y me hacían bromas acerca de que la Señora me había elegido para divertirse un rato y que a Fulano y a Zutano ya les había tocado, todo a escondidas del esposo, claro; bueno, el muy imbécil del esposo era tan imbécil que cada que me veía me decía que si no me había impresionado su esposa y yo le decía que definitivamente era la mujer más atractiva que hubiera conocido y él se reía de gusto y decía que lo malo era que me iba a tener que conformar solo con mirarla porque era solo para él, pobre imbécil.
A los pocos días me citó la Señora a las 10 de la mañana en el estacionamiento de un centro comercial, en cuanto me estacioné junto a su coche, ella salió del suyo y subió al mío, llevaba una diminuta minifalda floreada de colores intensos, una blusa blanca muy escotada, una chaqueta corta de piel café y unos zapatos altísimos del color de la chaqueta, cabello largo ondulado suelto y un maquillaje que resaltaba bastante la belleza de su cara, especialmente sus gruesos labios, ¡se veía espectacular!, toda ella parecía decir “me encanta el sexo, ¡tómame!”, cuando se subió a mi coche no pudo evitar que la corta falda se le subiera tanto que se le alcanzó a ver la tanga blanca con encaje rojo pero ella ni se inmutó, en cuanto se sentó me saludó sonriente y me dio un gran beso en la mejilla y sin dejar de sonreír me pidió que fuéramos a un lugar tranquilo e íntimo donde pudiéramos platicar a gusto, como un compañero del trabajo ya me había explicado la mecánica de esos encuentros, de inmediato la llevé al motel más cercano, en el camino platicamos algunas tonterías mientras ella me acariciaba las piernas y la entrepierna.
Cuando llegamos al hotel dijo con tono malicioso fingiendo estar sorprendida que era yo todo un travieso y me preguntó que planeaba hacer con ella, solo sonreí, la llevé adentro y comencé a abrazarla, besarla y acariciarla apasionadamente a lo que ella respondió con la mejor disposición, comenzamos a desnudarnos mutuamente, bueno, ella no tenía mucho que desnudarse, de hecho solo le quité la chaqueta y le desabroché la blusa y me pareció excitante dejarle la falda que se le veía súper sexy y la lencería que me encantó porque que parecía salida de la mas fina sex shop, una diminuta tanga y un brassiere de media copa transparente blancos con encaje rojo, repentinamente se arrodilló y me bajó los pantalones junto con la trusa para chuparme el pene con los ojos cerrados, parecía gustarle bastante, luego se levantó y me empujó a la cama y yo por poco me caigo porque tenía los pantalones y la trusa en los tobillos, cuando me acosté ella brincó sobre mí y se puso en la posición del 69 y siguió chupándome el pene por lo que yó comencé a chuparle la vagina sin quitarle la tanga, solo la hice a un lado y en cuanto sintió mi lengua comenzó a gemir sin dejar de chuparme el pene y a mover la pelvis como si lo gozara tremendamente, después se volteó, y se puso en la posición snake ride o de montar, seguía con los ojos cerrados, tomó mi pene y lo dirigió para que la penetrara, yo solo empujé un poco y ¡zas!, ya estaba adentro, me sujetó de los hombros y comenzó a cabalgar con vigor, yo la sujeté de la cintura y comencé a empujar llevando su ritmo, gemía, se movía bastante, se mordía el labio inferior, todo con los ojos cerrados, se quitó la blusa y el bra, se inclinó y tomó mi nuca para acercar mi cara a su voluminoso pecho, le chupé los pezones y ella daba grititos agudos de placer, continuó moviéndose con gran amplitud de movimientos, yo le acariciaba todo lo que podía, sobre todo sus grandes, redondas y suaves nalgas, repentinamente puso una mano sobre la mía y comenzó a movermela indicándome que quería que le presionara y masajeara las nalgas con fuerza y así lo hice, comenzó a gemir casi a gritos y luego se estremeció como cuando uno se estremece de frío y lego se relajó, ¡qué tremendo orgasmo!, lugo se quedó acostada sobre mi sin sacarse mi pene de su interior y ocasionalmente movía un poco la pelvis para sentir que mi pene permanecía dentro, todo esto sin abrir los ojos; repentinamente dijo ¡wow!, ¡sigues duro!, ¿quieres más? Y le dije que sí porque no había terminado, se levantó, se volteó y se puso en cuatro patas con la cabeza más abajo que la pelvis ofreciéndome las nalgas, volteó a mirarme con una gran sonrisa y preguntó ¿así te gusta? Y no le contesté, solo me arrodillé detrás de ella, sujeté sus tremendas caderas y la penetré despacio hasta llegar al fondo, ella guió mi pene con sus dedos, fue terriblemente delicioso presionar esas preciosas nalgas con mi abdomen y comencé a moverme, primero lento y después más rápido y vogoroso, sus nalgas se cimbraban como enormes gelatinas, comenzó a gemir fuerte como antes, preguntaba constantemente si me gustaba y yo le decía que sí, que me encantaba, que era delicioso, en un momento dado después de varios minutos buscó mi mano con la suya para ponerla sobre su nalga y le sujeté las nalgas con fuerza y se las apretaba con fuerza y se las masajeaba como si se las quisiera arrancar y volvió a tener otro orgasmo como el anterior, con un estremecimiento y gemidos muy fuertes, lo que me obligó a mí a tener un orgasmo también, con tres o cuatro fuertes empujones eyaculé dentro de ella lo más profundo que pude y me quedé unos instantes presionando y disfrutando aquel grandioso trasero, luego me salí y me tumbé en la cama y ella sin cambiar de posición buscó con los dedos en su vagina y encontró parte de mi semen y al mirar sus dedos mojados con el líquido lechoso exclamó ¡wow!, ¡eres un salvaje!, ¡que buenos disparos me acomodaste! Y se acostó junto a mí recargando la cabeza en mi pecho y jugueteando con mi flácido pene con su mano y me preguntó ¿es todo?, ¿se acabó la diversión?, y le respondí ¡para nada!, solo déjame recuperarme y verás!; después de unos minutos sentí que tenía una nueva erección aunque no tan intensa como antes, ella también sintió mi erección porque tenía la mano en mi regazo, nos movimos para ponernos en la posición del misionero (no se por qué le llaman así, es la más normal, la mujer abajo y el hombre arriba) y comencé a tratar de penetrarla, ella se rio un poco y dijo creo que necesitas ayuda corazón y me empujó para que me acostara bocarriba y comenzó a succionarme el pene con fuerza, ¡por todos los santos!, ¡que forma de succionar tan fuerte!, mi pene se puso bastante duro y en seguida se volvió a acostar y yo me puse sobre ella y ella dirigió mi pene para penetrarla y entró con facilidad por la dureza de mi erección y la lubricación de su saliva y comenzamos otra vez el coito, comencé a moverme vigorosamente y ella como siempre con los ojos cerrados comenzó a gemir otra vez y a moverse bastante y yo recargado en un codo y las rodillas le acariciaba todo el cuerpo con una mano, una deliciosa nalga, un rico muslo, su exquisito pecho, luego me jaló de la nuca para que le chupara el pecho y comenzó a gemir más fuerte, lamenté que seguramente yo no llegaría al orgasmo pero deseaba que ella si lo lograra así que la empujaba con fuerza y después de varios minutos lo consiguió, levantó las piernas con las puntas de los pies apuntando al techo y nuevamente sentí su temblor y de inmediato me salí y me quedé acostado a su lado acariciándola, unos momentos después me miró y preguntó ¿no terminaste?, ¿no te veniste, corazón?, le respondí que no y pregunto ¿no quieres intentarlo?, ¿cómo te gusta?, ¿así?, se acostó bocabajo con las piernas abiertas levantando un poco las nalgas y me dijo ¡anda, inténtalo!, obviamente no pude resistirme, adoraba esas tremendas nalgas y aproveché el ofrecimiento aunque yo no tuviera esperanzas de obtener un orgasmo, me acosté sobre ella disfrutando sentir ese delicioso cuerpo bajo el mio y sus nalgas en mi vientre y al poco rato le daba unos empujones de loco, ella como de costumbre estaba gimiendo bastante fuerte y comenzó a preguntarme si me gustaba, si me gustaban sus nalgas y comprendí que cuando decía eso era que se estaba excitando y quería tener un orgasmo y comencé a decirle que la deseaba como un loco y que estaba deliciosa y que adoraba sus preciosas nalgas y que me encantaba metérselo hasta el fondo y ¡zas!, tuvo resultado, comenzó a gemir casi a gritos como las veces anteriores que tuvo orgasmos y yo comencé a gemir como animal enfurecido y a propinarle salvajes embestidas y comprendí que esos exagerados gemidos y palabras obscenas también me ayudaban y le pregunté ¿te gusta mi verga, muñeca?, ¿te gusta que te la meta toda?, ¿te gusta que te la empuje con todas mis fuerzas hasta el fondo, preciosa? Y respondió ¡si, métemela toda!, y no pudo decir más porque tuvo otro orgasmo, casi al mismo tiempo que yo y ambos gritamos bastante fuerte y quedamos exhaustos acostados jadeando uno al lado del otro pero ya sin tocarnos, unos momentos después se incorporó un poco para mírame y sonriendo me dijo ¡wow!, ¡creo que al final nos entendimos bastante bien!, ¿no?, ¿te gustaría que volviéramos a vernos?, ¿alguna vez en el futuro?, le respondí que estaría encantado y esperando ansioso.
Ese día me sancionaron en el trabajo por tardarme 2 horas en el almuerzo en lugar de 30 minutos pero no me importa, valió la pena un millón de veces.
Ya van 5 veces que salgo con la Señora y la pasamos de maravilla, nos hemos acoplado a la perfección, definitivamente le encanta el sexo y es una completa salvaje que nunca podría estar satisfecha con un solo hombre, la comprendo perfectamente porque la mayoría de los hombres somos exactamente así, necesitamos más de una mujer para satisfacer nuestra impetuosa sexualidad, no se por qué a los hombres que se satisfacen sexualmente con varias mujeres los consideran machos admirables y a las mujeres que se atreven a liberar su reprimida sexualidad con varios hombres en busca de la misma satisfacción las llaman putas, en ese caso los hombres somos peor de putos; en este orden de ideas, declaro que me encanta andar de puto con mi adorada Señora y seguiré de puto con ella hasta donde pueda y a ella le encanta andar de puta conmigo y seguiremos de putos hasta donde se pueda.


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