Llevo un año y tres meses saliendo con Borja Sabatucci, es de ojos pardos, nariz respingada, tez mate, pelo negro mide 1,85, tiene 23 años, su principal y más importante característica es su ternura y es aquello lo que me atrajo, él es capaz de dar el mundo para que yo sea feliz. Yo soy considerada una mujer atractiva, de ojos de un extraño color morado, mis facciones son muy femeninas, tengo 20 años, mi pelo castaño y largo, tengo mis senos bien formados, pero no los puedo considerar ni chicos ni grandes, mi estómago es plano y mi traste voluptuoso.
Cuando partimos saliendo yo era virgen y él proclamaba ser alguien de experticia. A medida que el tiempo pasaba nos adentrábamos en este nuevo mundo. Ya a los cuatro meses de relación, mientras nos besábamos apasionadamente, con algunas caricias entre medio, le di la luz verde, aquella sorpresa lo dejo perplejo, pero sin dudarlo me embistió cuidadosamente. Puedo admitir que lo disfrute, pero no creí que aquello fuera todo, tan vago, tan poco eufórico ¿donde estaba ese sonido gutural que saliera del fondo de mi garganta, mi espalda curvada, mi cuerpo gimiendo por más? ¿Dónde estaba la supuesta transpiración, la conexión, la mirada romántica? Calentura si hubo y no puedo negar la presencia del placer, pero no era la intensidad que yo buscaba. En consecuencia, tuve que investigar más, continuar probando, ensayo y error, conversar abiertamente de nuestras expectativas y afrontar la realidad.
En aquella búsqueda me di cuenta que me excitaba la dominación, sentir algo de dolor, que me tiraran el pelo, sentirme un objeto que le perteneciera, ya no tener voluntad sobre mí, si no que ser toda suya. Pero no es como ustedes creen, finalmente esto giraba completamente en torno a mí, por lo que había límites y yo si era considerada en el acto sexual, era una mescla bizarra entre dominación y romance. Como dije anteriormente él lo daría todo por mí, por lo que en un principio le costó tomar esta postura, pero con el tiempo fue haciéndose cada vez más natural. De apoco todo era más excitante, él se veía más empoderado y decidió cuando quería poseer mi cuerpo y yo dichosa me entregaba, pero nunca lograba la intensidad que yo esperaba, hasta aquella tarde…
Hace poco habíamos cumplido el año, nuestros encuentros sexuales habían disminuido, pues yo ya no quería en el auto, y como los dos estábamos estudiando, vivíamos con nuestros papás y no teníamos dinero para ir a algún lugar a hacer de las nuestras. En consecuencia, las instancias para hacerlo en una cama eran acotadas.
Una tarde mientras estábamos en su casa, todos sus hermanos estaban trabajando, su madre en un retiro y su padre nos anunció que saldría a verse con unos amigos, nos quedamos completamente solos. Cuando ya escuchamos su auto partir el me lanza aquella mirada, advirtiéndome lo que se avecinaba. Se acercó a mi como un león asecha a su presa, me beso apasionadamente y me empuja a la cama, me aplasta, me besa, se levanta y comienza a quitarme la ropa, me observa tendida en su cama desnuda, con las manos estirada hacia arriba, dejando todo mi cuerpo a su disposición me ordena que mantenga mis brazos por encima de mi cabeza para poder apreciar todo mi cuerpo. Acto seguido se saca la polera, me mira fijamente, se acerca y dice a mi oído “eres mía” y comienza a besar todo mi cuerpo, desde mis labios a mi cuello, para terminar en mis pezones; con la boca lame y succiona uno, mientas que con los dedos presiona el otro que quedaba libre, turnándose entre uno y otro, dejándolos bien parados como a él le gusta. Se detiene ahí, le encanta verme retorcer a medida que aumenta la intensidad sobre mis senos. Luego con sus besos bajan por el centro de mi abdomen hasta los límites de mis bellos púbicos, donde pasa su lengua para volver a subir. A continuación, se quita el pantalón quedando en bóxer y con una rápida acción me posa sobre él, tira de mi pelo para atrás y repite “eres mía, eres mi puta” a lo que yo contesto “si soy tuya”, me larga una fuerte nalgada, que deja un esquicito ardor en mis pompas. Comienza nuevamente a devorar mis senos, pero ahora sin piedad, yo a esto comienzo mover mis caderas sobre su erección contenida por la tela, mientras que esta hacia presión sobre mi clítoris. Suelta de mi pelo, dejándome caer sobre él, y se acuesta por completo en la cama para así disfrutar mejor de las caricias que le aplicaba a su miembro, luego con cada mano agarra una de mis pompas, abriéndolas, apretándolas con fuerza, moviéndolas de adelante para atrás, se detiene, yo continuo con el movimiento y en esto ¡PLAS! nuevamente una nalgada. Despega la espalda de la cama, me besa mientras aprieta mis muslos, mi cintura y nuevamente agarra mi pelo y lo tira para atrás encorvando mi espalda y dejando mis senos a su disposición, los mira les pasa la lengua, los besa, los mordisquea y me suelta para nuevamente voltearme quedando él sobre mí. A continuación, me regala otro beso apasionado, atrapa mi labio inferior y tira de él, luego lo suelta para después meter su pulgar en mi boca, mientras que con la otra mano baja hasta mi vagina y comienza a jugar con esta. Aplasta mi clítoris, pasa sus dedos cerca de mi agujero, pero no los introduce, repite este acto varias veces mientras observa atentamente como retuerzo, como mi cuerpo busca escapar de él, mi vagina arde deseando ser consolada con su penetración o al menos que me masturbe para calmar aquel fuego que me quema; en esto siento como escurren mis líquidos, hecho que a él no pasa desapercibido, por lo que introduce uno de sus dedos humedeciéndolo, sonríe y dice “alguien esta mojada…” de ahí comienza a esparcir mis fluidos por mis muslos, mi estómago y mis nalgas, lubricando todo el sector… Baja los dedos de mi boca a mis piernas, se separa de mí y empuja de mis piernas hasta que mis talones se encuentren en el suelo, se quita el bóxer y se posa sobre mí, haciendo que yo sienta su pene erecto contra aquella parte de mi cuerpo que ya suplicaba su presencia. Se queda completamente quieto, tira de mi pelo y dice “eres mía, eres mi muñeca sexual, tu única misión en esta vida es complacerme” yo entre suspiros le respondo que sí y me muevo intentando introducir su miembro en mi vagina. Él se ríe y agarra su, ya enorme, pene y lo hace rozar con la piel de mis intimidades. Con una sonrisa maliciosa dice “mira si se nota que naciste para esto, así que quieres que te la meta…” lo pasea desde mi clítoris hasta el comienzo de mi raja, se ríe y me ordena “entonces suplícame, si tanto la quieres tenderas que suplicar” yo ya en la estratosfera digo retorciéndome de placer “por favor métemela”, Borja sonriendo responde “ No te escucho, que es lo que quieres juguete” yo sin aguantar más suplico “quiero que metas tu pico en mi vagina, que me violes” él se mantiene quieto buscando ponerme a prueba, pero yo, ya en el estado que estaba, bajo mis manos y agarro de su miembro y lo dirijo a mi agujero, él agarra mis manos y las coloca por encima de mi cabeza, luego separa su abdomen del mío para poder con sus manos aprisionar mis caderas y, consumido por el deseo, me embestirme de forma rápida y violenta, hasta tocar el fondo de mi vagina.
En esta posición donde yo estaba acostada y el en forma vertical contra la intersección de mis muslos, su pene entraba por completo, podía sentir sus testículos chocar contra mis nalgas, era exquisito aquella sensación. El mantenía un brazo aprisionando mis caderas contra su cuerpo, sin dejarme escapar, de aquella penetración y e otro como soporte para él sobre la cama. Yo sin poder soportar cuándo él se separaba de mí para que mis labios vaginales lo masturbaran, enrosco mis piernas a sus caderas, presionando su cuerpo contra mi vagina, y mi cadera se comienza a mover de arriba abajo logrando que su pene chocara con todas las paredes de mi vagina, tocando así todas las terminales nerviosas dentro de esta, quería más, mucho más, nunca antes había deseado algo con tanta intensidad era como si un instinto animal se apoderara de mi. A esta reacción él se ríe y dice en tono seductor “vez si tú eres mi putita, nunca podrás escapar de mí”, se mete una de mis pechugas a la boca y la devora, mientras que la mano que me sostenía me aprieta una de las nalgas, provocándome un dulce dolor. De ahí me dice en tono imperativo “muérdete el labio quiero verte disfrutar”. A pesar de mis piernas él se separaba de mi y me embestía potentemente, le hago caso y cada vez mis movimientos se vuelven más intensos. “Gime, grita, quiero escuchar tu placer”, hago lo que él desea y comienzo a gemir como toda una prostituta. En eso siento que algo se aproxima desde el fondo de mi pecho, me aferro fuerte de las sabanas, lo aprieto fuertemente contra mí. De a poco siento como cada musculo de mi cuerpo se contrae, como mi espalda se encorva y como escala por mi garganta una potente energía, intensa, deje de pensar, simplemente deje que fluyera, siento como se apodera de mis cuerdas vocales y como de mi boca sale aquel extraño sonido gutural. Mi cuerpo convulsiona, tirita, buscando obtener más, tratando de dar la poca fuerza que le quedaba para volver a sentir aquel precioso placer…
Pero entonces escucho como alguien estaba abriendo la puerta de entrada, siento como Borja se detiene, lo miro con carda de asustada, él me dice “tranquila no dudo que nos haya escuchado”, luego hace lo que yo más temía, se retira de mí, dejando mi vagina vacía, ardiendo de placer, me pasa mis ropas y yo me voy al baño, me visto, ordeno mi pelo, me mojo la cara esperando que no se notara el rojo que se asomaba en mis mejillas y vuelvo a salir.
Era Francisco, su hermano mayor. Borja estaba conversando con él, por lo que me incorporo como si nada, lo saludo y volvemos a la pieza. Cuando ya nos encontrábamos solo lo abrazo y gruño en tono de burla “yo quería más”. Nos quedamos arto rato hablando de lo sucedido, nos reímos un rato, después vimos una película y cuando ya era tarde agarre el auto para ir a mi casa.
Desde entonces no se ha vuelto a dar una situación como aquella, de privacidad máxima, yo sigo esperando que se vuelva a repetir para así volver a experimentar aquel bello orgasmo.