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Mi santurrona prima francesa

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Os voy a relatar una historia que me sucedió hace bastante años y que me dejó marcado de por vida.
En verano del 2000, contaba yo con 18 años recién cumplidos. Eran vacaciones  de verano y acordé con mis padres en pasar con ellos una semana y media en la torre que tenemos en la costa.
De pequeño, siempre me lo había pasado bien durante las semanas que pasaba allí, pero desde hacía dos o tres años, ya no me divertía tanto, pues algunos amigos de la urbanización o bien ya no iban por allí,  o directamente se habían vuelto gilipollas.
El caso es que quería quedarme las vacaciones en mi residencia habitual, pero al final claudiqué, y acompañé a mis padres durante aquella pesada semana y media.
Como ya no tenía con quien juntarme, decidí reservar esos diez malditos días a no hacer nada. Simplemente me dedicaría a comer, leer, dormir, y posiblemente, dar algún que otro paseo en solitario por la playa.

Ya andaba en mi tercer día de reposo, cuando mi padre me advirtió que vendrían a pasar unos días con nosotros unos familiares franceses, que para más inri, hacía mucho tiempo que no los veía.
Tenía algún vago recuerdo sobre aquellos extraños parientes. Creo que era una prima segunda por parte de madre, y sobretodo, recuerdo que eran algo beatillos, motivo por el cual, mi padre me recordó que no soltara ningún taco delante de ellos.

La prima de mi madre, estaba casada con un sacerdote anglicano (creo que se dice así), ya sabéis, de esos que pueden contraer matrimonio e incluso tener hijos.
En esta ocasión, se trataba de una hija, única, que tenía la misma edad que yo.
Este, en fin, era el único detalle que me mantenía en vilo de aquella inoportuna visita, por lo menos ver como había crecido aquella chica, que creía que iba para monja.
En apenas dos días, se presentaron allí aquellos familiares, yo les esperaba en el comedor. Primero le di la mano al cura, luego besé tres veces (como es la tradición en Francia) a la prima de mi madre, y por último, besé también tres veces a la hija.

La verdad es que la “primita” (permitidme que le llame así) me sorprendió bastante. Reunía todas las cualidades de las que se podía esperar de una francesa de 18 años.
Buen cuerpo, aunque no dejaba mucho a la imaginación, anchos labios, algo de pecas por los mofletes que daban un aspecto algo travieso a su conjunto facial. Todo eso mezclado con el sensual acento francés, Bonjour mon cousin..tout ça va…y cosas por el estilo, hacían de ella una chica muy, muy apetecible.

Sin embargo, yo ya sabía que no tendría nada que hacer con ella, pues durante la comida, los franceses se encargaron de ponernos al día en cuanto a su vida y obra.
Me interesé especialmente por ella, y pude deducir, que justamente esta año había dejado el internado de señoritas en el cual había estado recluida toda su niñez y adolescencia, y que el año que viene iría a la universidad a estudiar no se qué chorri-carrera.
Pongo esto en boca de sus padres, porque es la verdad, ella apenas hablaba, solamente para afirmar o para comentar algo en voz baja a su mama.

Una vez concluida la comida, me dirigí hacia la buhardilla ubicada en el tercer piso, al lado del solarium. Allí es donde de pequeño me solía masturbar, y decidí recuperar aquella vieja costumbre, pues los parientes lejanos se habían apropiado de mi habitación, y yo tendría que dormir durante los días de su visita en el sofá del comedor.
Como decía antes, me escabullí de la hora del café de los mayores y me dirigí a mi íntimo palacio, donde le dediqué una gloriosa masturbación con una buena corrida a mi prima lejana.

Por la tarde, prácticamente me obligaron a dar una vuelta con mis padres y los franceses. No exagero si os cuento que fue una de las tardes más aburridas que he pasado en mi vida.

La verdad, es que el curilla cada vez me caía peor, amen de la santurrona de su madre.

Por la mirada de la chica, yo diría que no era como ellos. Notaba cierto brillo en sus ojos que denotaban algo de amargura en su recluida vida, además de ciertos gestos faciales despectivos cuando tenía la palabra su padre.
Yo quería conocer más a aquella chica. Quería sacarle eso que tenía dentro, y ya no simplemente por tener alguna aventura sexual con ella, si no por el hecho de entretenerme con algo o con alguien.

Durante la cena y la noche, no pasó gran cosa, estuvimos en casa y charlamos algo hasta que poco a poco todos nos fuimos a la cama y yo al sofá. Los acontecimientos pasaron al día siguiente.

Aquella mañana me desperté pronto, pero no tenía ganas de hacer nada, así que me hice el dormido.
Sobre el mediodía, bajé a la cocina a desayunar y noté la ausencia de las dos mujeres de la casa, que habían salido a desayunar.
Busqué a la reina de la casa, pero no la vi, que extraño. De todas formas, decidí subir a la buhardilla a fumarme un cigarrillo a escondidas, y quien sabe, si a quitarme la excitación matinal.
El hecho, es que me dirigí hacia el solarium, y cual es mi sorpresa, cuando veo allí a la mademoiselle.

Estaba apoyada en la barandilla, contemplando el mar, se dio la vuelta, me sonrió y me dedicó un cariñoso y meloso bonjour que le respondí. Durante un instante hubo un silencio criminal, hasta que le pregunté algo (no me acuerdo, estaba algo nervioso), y comenzamos a entablar conversación, en francés, puesto que ella sabía poco de castellano, y yo, por suerte tenia nociones de la lengua gala gracias al colegio.

Durante unos cinco minutos, estuvimos charlando sobre temas banales. No me decidía a sacar mis cigarrillos, pues me daba algo de corte delante de ella, pero cual fue mi sorpresa cuando fue mi prima la que se adelantó y sacó de su bolsillo un paquete de cigarrillos.
Me ofreció uno, no obstante, lo rehusé y me encendí uno de los míos.
Ella adivinó por mis gestos que estaba sorprendido por el hecho de que ella fumara.
En pocas palabras, me vino a decir que llevaba fumando desde hace más de cinco años, y que…no era tan  beatona como a primera vista podía parecer.
Poco a poco, incluso llegamos a intimar y me confesó que estaba deseando comenzar este curso universitario para el siguiente año poder pedir plaza en una universidad de otro país y poder independizarse de sus beatos padres.
También, confirmó mis sospechas y reconoció secamente que sus padres la tenían secuestrada desde hacía bastantes años, que la obligaban a ir a aquel colegio de monjas…aunque no todo había sido tan malo en aquel internado.

Justo cuando se ponía mas interesante la conversación, apareció el aguafiestas de mi padre para decirnos que teníamos que bajar a comer.
Nos pilló fumando, aunque él ya sabia que yo fumaba, más que nada, me escondía de mi madre, pero mi padre se quedó al igual que yo, algo sorprendido por el hecho de que aquella supuesta santurrona fumara como un vulgar carretero.

Durante la comida, apenas sucedió nada interesante, pero por la tarde al igual que la anterior, me secuestraron para acompañar a toda la familia a ver unas ruinas romanas que se encuentran cerca de la urbanización.
Aproveché la oportunidad y entablé algo de conversación con ma jeune femme, hecho que noté que ella agradeció mucho, pues mas tarde me comentó que a ella las ruinas le importaban poco más que a mi.
Durante la visita, mi prima me golpeó con el codo para indicarme a escondidas algo. Era un graffiti de la época donde se podía apreciar un pene bastante grotesco de tamaño.
Más que nada, me gustó la cara de niña traviesa con que me miró cuando me señaló aquel enorme falo.
Yo había estudiado latín en el colegio y le comenté que los romanos tenían una vida sexual muy fructífera, a lo que ella me respondió con un insinuante…”ellos si que sabían vivir…”

Después de la cultural visita, nos dirigimos otra vez hacia casa a cenar y a pasar de forma aburrida y santurrona lo que quedaba de noche.

O eso es lo que me imaginaba.

Noté que mi mademoiselle me buscaba con la mirada, cuando la encontré, disimuladamente me hizo un gesto con los dedos como si estuviera fumando.
Capté el mensaje, esperé que ella se escabullera, (dijo que se iba arriba a leer). Poco tiempo más tarde, yo también puse otra excusa y me fugué, aun notando cierto gesto de suspicacia en el rostro de mi padre.

En la oscuridad del solarium, destacaba el punto anaranjado del cigarrillo de la femme fatale. Me ofreció uno, esta vez si que lo acepté.
Hablamos un buen rato, hasta que ella dijo que quería beber algo.
Ese algo, obviamente, denotaba algo alcohólico. Yo le dije que podríamos salir a la calle,  tomar algo en algún bar, pero me contestó que su padre le tenía prohibido salir fuera, y menos conmigo, pues no le gustaba ni un pelo mi pinta.

A propósito, me recordé del mueble-bar de abajo. Rápidamente, construimos un plan y convenimos en bajar y esperar que todos se fueran a dormir para subirnos aquí arriba con el alcohol.

El primer paso, era bajar y esperar a que los mayores se fueran a la cama, cosa que a juzgar por lo ameno de la conversación que tenían, deduje que acabarían pronto.
Y así fue, en apenas media hora la maman anunció que se encontraba algo cansada. Como era natural, su marido le secundó y, ambos, junto con su hija se marcharon a su dormitorio, no sin antes, esta última lanzarme un furtivo guiñó que interpreté como una confirmación de nuestro plan.

Un poco más tarde, mis padres también se fueron a descansar, yo me quedé en el comedor “a ver la tele”.
Cuando hubo transcurrido un tiempo prudencial, me marché otra vez hacia la terraza, punto de reunión.
La chica tardaba algo en subir. Para amenizar la espera, decidí hacerme un joint que lo fui consumiendo muy despacio… tan despacio, que hasta incluso me puse algo nervioso…vendría? Y si así es, ¿Qué haremos? ¿de que hablaremos? ¿Me la acabaría tirando?
A medida que se iba consumiendo mi cigarro, mis nervios iban en aumento. En mi momento cumbre de arrepentimiento, apareció ella.

Nos sentamos y en un instante ya teníamos servidos los dos un buen combinado.

En un principio, hablamos de banalidades, nada importante que destacar, hasta que comenzamos a hablar de nuestra reciente etapa escolar.

Como he dicho antes, mi prima estuvo interna durante gran parte de su adolescencia. Poco a poco, observé que todos los tópicos que yo venía pensando respecto a mi jeunne femme se iban cumpliendo.

En efecto, a medida que íbamos bebiendo, me explicó sus primeras aventuras homosexuales con otras internas. Me acuerdo especialmente, de una, donde por lo visto 6 o 7 chicas comenzaron jugando a inocentes juegos y terminaron en una exquisita bacanal.
A medida que ella explicaba esto, obviamente mi excitación iba en aumento, al igual que la de ella, que poco a poco se notaba en su manera de expresarse y dejar colgadas según que tipos de frases…

En verdad era una situación muy excitante, tal como revelaba el pequeño bañador que llevaba.
Ella se dio cuenta de ello y sonrió. Con la mano realizó un inequívoco gesto.
-quiero que te masturbes-… y así dijo mientras se levantaba la camiseta y dejaba sus magníficos pechos a mi vista.

Instintivamente, saqué mi miembro de la prisión y comencé a masturbarme delante de mi prima, mientras ella jugaba frotándose sus pechos y pellizcándose suavemente los divinos pezones.
Poco tardé yo en eyacular y no dudé en acercarme a ella y echárselo justo delante suyo. Esto pareció que la excitó sobremanera y comenzó a tocarse tímidamente por encima de su pantalón.

Yo quise llegar más lejos y empecé a tocarla, pero ella me rechazó. Me dio un largo beso en la boca y se despidió…Mañana más, me dijo.


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