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Un sueño

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Hacía algunos meses no nos veíamos. Yo estaba viajando y ella estaba ocupada atendiendo su bar, pero durante ese tiempo mi mente solo estuvo con ella. Me alisté lo mejor que pude, y tomé el transporte hasta el bar, y en el bus solo estaba el deseo de tenerla a mi lado.

Finalmente llegué y la vi, estaba hablando por teléfono pero cuando me vio me hizo señas de que me acercara. Me saludó muy afectuosamente, con un beso y un abrazo largo.

“Te extrañé”, me susurró al oído.

“Yo mucho más a ti. ¿A qué hora cierras hoy?”.

“Para estar contigo, cerraría ya. Pero hoy es viernes, noche larga. Sin embargo, a las 10 despacho a todo el mundo”.

“Ok, te espero. Estás hermosa”.

Me hizo un guiño y siguió su trabajo.

Y en realidad sí que estaba hermosa. Desde que la conocí algo que me atrajo era su forma de vestir, y esa tarde no fue la excepción. Llevaba un blazer gris oscuro, blusa azul oscura, jean azul, botas negras; el cabello recogido, las uñas arregladas. Durante un largo rato me ocupé leyendo un libro y trabajando en el computador pero de vez en cuando volteaba a verla, si estaba de frente me devolvía la sonrisa, y si estaba dándome la espalda me deleitaba con la vista. Sí, sus atributos físicos me gustaban también mucho. Sus piernas se veían hermosas y sus nalgas eran grandes y atractivas.

En un momento ella se acercó con una copa de vino tinto y me la puso en la mesa

“Cortesía de la casa, caballero”, me dijo en un tono coqueto que ya conocía

“Gracias, bella dama”. Le respondí, y le devolví la cortesía con una nalgada discreta. Se echó a reír.

“¡Hey, calma! Ya casi acabo”.

Me reí también y seguí en lo mío.

Llegaron las 10 y, conforme a su palabra, comenzó a cerrar el local. Le ayudé a recoger sillas y a organizar lo que faltaba mientras conversábamos de temas varios. Pero en el fondo solo pensaba en el momento en tenerla a mi lado, más aún a mi lado.

Cuando al fin terminamos, no aguanté más y la abracé por detrás, sintiendo su abdomen con mis manos.

“Te veo tan sensual hoy”.

“¿Solamente hoy, compañero?”.

Si algo me gustaba de ella es que no se desgastaba en palabras bonitas sin sentido, su manera de demostrarme afecto iba más allá de lo simple, así que esas pequeñas bromas me gustaban bastante.

Quise comenzar a besarle el cuello, pero ella me quitó. Ya cuando cerró y salimos nos tomamos de la mano, y comenzamos a andar, teníamos hambre así que fuimos a comer algo. Entramos en un restaurante elegante cercano, italiano, y pedimos la comida favorita de ambos. Pasta a la carbonara y un buen vino. Conversamos y comimos, y yo solo era feliz observando su sonrisa, sus labios sensuales, su rostro atractivo y a la vez tierno. Ella también sonreía al verme.

“No puedo creer que estés aquí. Estas semanas han sido difíciles para mí. Mucho trabajo en el bar, la situación con mi familia, ya sabes. Pero estás aquí. Y soy feliz.”

“Y yo soy feliz por sentirte aquí conmigo. Y poder verte.”

Nos besamos y mis manos comenzaron a bajar hacia su entrepierna.

“Hoy quiero esta noche para los dos. Vámonos.”

Nos detuvimos, y salimos del restaurante. Para fortuna nuestra ella vivía muy cerca al restaurante, así que solo caminamos unos momentos y estábamos en su habitación, con una botella de vino para los dos.

“Te deseo con toda mi alma”. Me dijo susurrándome al oído mientras me abrazaba.

“Y yo a ti, hermosa”.

Comenzaron los besos, cada vez más largos, más apasionados. Sus manos recorrían mi cuello, mi espalda, y las mías se acomodaban en su cintura, y bajaban más, apretando con fuerza sus nalgas. Nos recostamos en su cama, ella ya estaba más deseosa y me quitó el saco y la camisa.

“Me encanta tu pecho”, me dijo, mientras comenzaba a besarlo de arriba abajo.

Y mientras bajaba, yo comenzaba a excitarme más. Así que cuando ella desabrochó el cinturón y el pantalón, mi pene ya estaba duro y se resaltaba en el bóxer negro.

“¿Todo esto es para mí?”. Dijo ella, en medio de unas risas.

“Todo, todo para ti.”

Me quitó el bóxer y comenzó a jugar con mi pene. Primero me masturbaba, mientras besaba la parte debajo de mi ombligo, y luego bajó su boca al glande. Introdujo solo la punta y comenzó a chuparla. Cerré los ojos y sentí una excitación completa. Hasta tal punto que comencé a gemir, mientras le tomaba el cabello y lo acariciaba. Ella seguía chupando y jugando con su lengua sobre mi pene, de arriba a abajo, lo metía y lo sacaba de su boca. En un momento abrí los ojos y ella se notaba muy deseosa, disfrutando con mi pene.

“Que rico mmmm…tenia tantas ganas de ti, de tu boca en mi pene…”

Lo sacó y sonrió, y me miró muy apasionada. Siguió chupando un poco más, bajo a los testículos e hizo lo mismo, ella sabía que eso me ponía a mil.

Después de un momento ella se quitó las botas, subió y se recostó encima de mí. Le quité la blusa, su cuerpo era hermoso. Su ombligo me excitaba muchísimo, así que comencé a besarlo con muchas ganas, y luego le quité el brasier negro. Sus senos, sin ser muy grandes, tenían una forma atractiva, sus pezones estaban duros. Así que sin más comencé a besar sus senos, primero suave jugando solo con mi lengua sobre sus pezones, y luego más y más y más… sentir sus senos era de lo que más me gustaba, y ella también se mostraba complacida.

“Ahh que rico…mmmm…sigue, sigue…..”

Luego bajé a través de su abdomen, besándolo en cada centímetro de piel. En su ombligo me detuve un momento y jugué un rato sobre él

“Jajaajajaja ahh sii…” decía mientras besaba su ombligo.

Bajé un poco más. Desabotoné el jean y lo quité. Ese día ella lucía una lencería hermosa. El brasier negro y unos cacheteros con encaje negros. Sabía cómo me gustaba ese color en la ropa interior femenina, y me dio gusto en eso.

“Eres hermosa. Me encantas”. Le dije antes de bajar y quitarle los cacheteros con la boca.

La contemplé totalmente desnuda. Me maravillaba la vista, verla sin ropa, muy excitada, sonriente, apasionada. Su vagina me gustaba, no tan al natural pero tampoco totalmente depilada. Me gustaba y se lo hice saber comenzando a acariciarla por encima. Luego mis dedos sobre su clítoris, acariciándolo, sintiendo como se ponía duro. Introducí un dedo en su vagina y comencé a masturbarla. Gemía muy duro y sus caderas se movían con fuerza.

“Ohhh siii…ohhhh…que delicia….” Decía ella, en verdad sentía como se ponía cada vez más húmeda.

“Hazme oral. Mi clítoris quiere tu lengua”.

Hacerle sexo oral a una mujer siempre se me ha hecho complicado, pero con ella me había ido bien. Así que no dude, y mi lengua tocaba su clítoris y su vagina cada vez más y más y más…

“Mmmm…me vas  a hacer venirme solo asi…” dijo.

“Date vuelta”, le dije. Quería penetrarla, mi pene ya estaba al máximo, y la excitación era completa. Asi fue durante un buen rato, cada vez con más gemidos tanto de ella como míos. La penetraba cada vez con más fuerza, dándole nalgadas de vez en cuando, a ella le gustaba eso. Luego ella se hizo encima mío,  con sus manos en mi pecho, entraba y salía mi pene de su vagina, suave y luego más y más duro.

“Ahhh …ya casi, ya casi …ahhhh…”dijo ella en un momento

“Que ricooo mmmm…me gusta, sigue….”

Me hice encima de ella, la besé muy fuerte en la boca y asi volví a penetrarla, mientras ella gemía con más ganas aun.

“Me vengo, me vengo…ahhhh  siii…”

Y asi fue… y yo también, saque mi pene, y deje que ella lo chupara un poco y me masturbara. Luego la recosté de espaldas y me terminé de masturbar, hasta que el semen comenzó a salir…

“En mi espalda y sobre mis nalgas” dijo.

Dejé un poco sobre la parte baja de su espalda y el otro quedó encima de sus nalgas. Me acosté al lado de ella, que seguía de espaldas, y la besé. Le acaricié el rostro, la espalda. Sentía su sudor y su expresión de satisfacción me lo decía todo. Estábamos exhaustos, pero felices.

“Fue muy rico. Gracias”. Me dijo y me beso.

Y se acercó y se recostó sobre mi pecho. Y caímos dormidos.

….

Lo siguiente fue despertarme, darme cuenta que estaba lleno de sudor, sin camisa ni pantalón. Pero solo, completamente solo. Había sido un sueño. Volví a dormir, tratando de entender porque había sido solo un sueño y, sin embargo, lo había sentido tan real.


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